17 de abril de 2010
Todo había sido muy fastidioso en los últimos días, Seiji había preguntado que era lo que había pasado en el baño de la academia Sheiman, y tan solo pude decirle que no recordaba.
– ¿Cuánto tiempo llevas sin alimentarte Karim? – Me preguntó el líder de la Brigada Japonesa.
– Ya hace algún tiempo – le respondí fingiendo ingenuidad.
La verdad era que no me había desmayado por falta de alimento, ni mucho menos por la sorpresiva presencia, del hasta un día antes muerto, Grisam. Aquel amor colegial que parecía no salírseme del pecho con nada.
No sabía la verdadera razón de mi desmayo, y eso me preocupaba, ya que por ser vampiro nunca había tenido una enfermedad, éramos inmunes a los padecimientos de los humanos, menos a la muerte claro, aunque si nos mordía un antiguo eso estaba resuelto. Mis padres creyeron la historia de que no me había alimentado, dejaron de cuestionarme e inspeccionarme el cuello para ver si no había sido mordida por alguno de los nuestros.
Después, Seiji pensó que no corría ningún peligro, así que empezó a dormir afuera de la recamara, en un sofá que mi padre le había acondicionado. Según Seiji, quería darme “mi espacio” aunque yo creía que se sentía incomodo conmigo.
Una noche, mientras intentaba dormir, escuche pequeños golpes en la ventana que se encontraba a mis espaldas, me tensé por un momento, pero pensé que si fuera Grisam o Gabriel no se tomarían la molestia de golpear una puerta, y mucho menos una ventana.
Dudé en acudir a Seiji, pero me sorprendió que el no notará los pequeños golpeteos, así que decidí aprovechar su descuido.
Me asomé con precaución hacia el exterior y visualicé un rostro tan blanco como hermoso, parecía estar suspendido en el aire; tarde en comprender, pero por la ropa negra que traía, su cuerpo se confundía con el oscuro cielo. Era mi hermana, a la que todos creíamos desaparecida, o quizá muerta.
– ¡Karim, abre! – dijo casi en un susurro y me di cuenta que para ese momento, yo ya no recordaba su voz.
Abrí la ventana con gran cuidado para no alertar a Seiji. De un gran salto, Sarah llego hasta mi ventana. Parecía desorientada, casi enloquecida.
– ¿Hay alguien aquí? – preguntó mientras olisqueaba el cuarto.
– No, claro que no. Bueno, están afuera, pero supongo que si no hacemos ruido no entrarán – le advertí.
Me abrazó, tan fuerte que por poco me lastima.
– ¿Dónde has estado? Papá te ha buscado como loco – dije suplicante.
– Eso no importa ahora Karim, necesito pedirte algo – la miré, expectante.
– ¿Qué es lo que pasa Sarah? Has cambiado mucho. Solo tienes que decirme dónde has estado y todo terminará – intenté tranquilizarla.
– Sabes que te quiero ¿verdad? – dijo como si esto fuera trascendental.
– Por supuesto, eres mi hermana y te quiero, no sabes como te he extrañado – me costaba trabajo entender porque lo preguntaba, pero pronto mis dudas fueron disipadas.
– Las cosas se están complicando Karim, y no quiero que sufras – me quede perpleja.
– No entiendo Sarah, te desapareces y vuelves diciendo este tipo de cosas, realmente no entiendo –
– Necesito que te vayas conmigo – ultimó.
Se escucharon algunos pasos en el pasillo de afuera.
– ¿Vendrías conmigo Karim? – el silenció que le siguió a su propuesta me tomo por sorpresa.
– No entiendo el porque debería irme contigo Sarah – mi mente se había bloqueado.
– Parece que alguien viene, piénsalo Karim, sé que será difícil para ti, pero no quiero que te pase nada. Vendré por tu respuesta en 3 días – asentí sin comprender nada.
Alguien abrió la puerta y cuando me giré, noté a Seiji parado en la entrada. De su sombra salió una voz preocupada.
– Pensé que había alguien, lo siento – se le veía avergonzado por abrir de repente, y me sentí desesperada, giré donde había estado mi hermana y vi que solo la cortina de la ventana se agitaba por la intensidad del viento.
– No, no podía dormir y me levanté a abrir la ventana – mentí.
No entendía lo que pasaba, y al parecer yo estaba haciendo más difícil todo, nunca había mentido y ahora lo estaba haciendo constantemente.
– ¿Cuánto tiempo llevas sin alimentarte Karim? – Me preguntó el líder de la Brigada Japonesa.
– Ya hace algún tiempo – le respondí fingiendo ingenuidad.
La verdad era que no me había desmayado por falta de alimento, ni mucho menos por la sorpresiva presencia, del hasta un día antes muerto, Grisam. Aquel amor colegial que parecía no salírseme del pecho con nada.
No sabía la verdadera razón de mi desmayo, y eso me preocupaba, ya que por ser vampiro nunca había tenido una enfermedad, éramos inmunes a los padecimientos de los humanos, menos a la muerte claro, aunque si nos mordía un antiguo eso estaba resuelto. Mis padres creyeron la historia de que no me había alimentado, dejaron de cuestionarme e inspeccionarme el cuello para ver si no había sido mordida por alguno de los nuestros.
Después, Seiji pensó que no corría ningún peligro, así que empezó a dormir afuera de la recamara, en un sofá que mi padre le había acondicionado. Según Seiji, quería darme “mi espacio” aunque yo creía que se sentía incomodo conmigo.
Una noche, mientras intentaba dormir, escuche pequeños golpes en la ventana que se encontraba a mis espaldas, me tensé por un momento, pero pensé que si fuera Grisam o Gabriel no se tomarían la molestia de golpear una puerta, y mucho menos una ventana.
Dudé en acudir a Seiji, pero me sorprendió que el no notará los pequeños golpeteos, así que decidí aprovechar su descuido.
Me asomé con precaución hacia el exterior y visualicé un rostro tan blanco como hermoso, parecía estar suspendido en el aire; tarde en comprender, pero por la ropa negra que traía, su cuerpo se confundía con el oscuro cielo. Era mi hermana, a la que todos creíamos desaparecida, o quizá muerta.
– ¡Karim, abre! – dijo casi en un susurro y me di cuenta que para ese momento, yo ya no recordaba su voz.
Abrí la ventana con gran cuidado para no alertar a Seiji. De un gran salto, Sarah llego hasta mi ventana. Parecía desorientada, casi enloquecida.
– ¿Hay alguien aquí? – preguntó mientras olisqueaba el cuarto.
– No, claro que no. Bueno, están afuera, pero supongo que si no hacemos ruido no entrarán – le advertí.
Me abrazó, tan fuerte que por poco me lastima.
– ¿Dónde has estado? Papá te ha buscado como loco – dije suplicante.
– Eso no importa ahora Karim, necesito pedirte algo – la miré, expectante.
– ¿Qué es lo que pasa Sarah? Has cambiado mucho. Solo tienes que decirme dónde has estado y todo terminará – intenté tranquilizarla.
– Sabes que te quiero ¿verdad? – dijo como si esto fuera trascendental.
– Por supuesto, eres mi hermana y te quiero, no sabes como te he extrañado – me costaba trabajo entender porque lo preguntaba, pero pronto mis dudas fueron disipadas.
– Las cosas se están complicando Karim, y no quiero que sufras – me quede perpleja.
– No entiendo Sarah, te desapareces y vuelves diciendo este tipo de cosas, realmente no entiendo –
– Necesito que te vayas conmigo – ultimó.
Se escucharon algunos pasos en el pasillo de afuera.
– ¿Vendrías conmigo Karim? – el silenció que le siguió a su propuesta me tomo por sorpresa.
– No entiendo el porque debería irme contigo Sarah – mi mente se había bloqueado.
– Parece que alguien viene, piénsalo Karim, sé que será difícil para ti, pero no quiero que te pase nada. Vendré por tu respuesta en 3 días – asentí sin comprender nada.
Alguien abrió la puerta y cuando me giré, noté a Seiji parado en la entrada. De su sombra salió una voz preocupada.
– Pensé que había alguien, lo siento – se le veía avergonzado por abrir de repente, y me sentí desesperada, giré donde había estado mi hermana y vi que solo la cortina de la ventana se agitaba por la intensidad del viento.
– No, no podía dormir y me levanté a abrir la ventana – mentí.
No entendía lo que pasaba, y al parecer yo estaba haciendo más difícil todo, nunca había mentido y ahora lo estaba haciendo constantemente.
Sección: Capítulo 5
2 Comments:
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He curioseado un poco y he visto que estás escribiendo una novela :D
Ahora no la he empezado a leer pero me pasaré pronto y te comentaré.
Te sigo y te enlazo!!
Besos!